Muchos como
nosotros nos sentimos a gusto en la madrugada. Mas que una parte del día, es el
sosiego que encontramos en el. Nos desintoxicamos de tanto ruido y nos quitamos
de encima el maldito pesar de la gente que nos pudre.
Siempre duerme
temprano, para así a la madrugada levantarse y vivir un poco su calma. Dos y
treinta el reloj marca, Damián saca de su escondite una caja de costura. La
abre y la expone para si mismo, se llena de extasis con su olor. Uno a uno
todos sus útiles son puestos frente a el.
Duerme siempre al
piso, no puede dormir si no es en el suelo junto a una cobija ya percudida por
los años; pegado a la pared siente un poco de humedad en su palma. Aún a
oscuras, aún en otro día, el disfruta de todo su tiempo tranquilo.
Siempre
desapercibido por la calle y en todo lugar, realmente a Damián ya no le
interesa la gente, para él, ahora todos eran escoria utilizable con diferentes
propósitos.
Lleva el humo una
vez más a su boca, y en sus pulmones retiene el humo aguantándose las ganas de
toser; recoge su navaja y continúa su trabajo en el brazo.
Tres flores con
ojos en sus pétalos sobresalen por el momento, esto es lo único que se ha
logrado impregnar en su cuerpo a navaja caliente y su poca convencional
imaginación, pero no se apresura por su arte, ella simplemente llega a él
mientras fuma.
Amanece y los
primeros rayos del sol llegan a su pálido rostro. Con el calor que recibe, le
llega un poco de vida, y, a su cuerpo casi hipotérmico, el calor que necesita.
El rostro de un gato
ahora también lo acompaña.
Tres flores y un
gato miran fijamente a Damián, mientras él, guarda su mente en una caja de
costura.