miércoles, 7 de septiembre de 2011

Madrugada


Muchos como nosotros nos sentimos a gusto en la madrugada. Mas que una parte del día, es el sosiego que encontramos en el. Nos desintoxicamos de tanto ruido y nos quitamos de encima el maldito pesar de la gente que nos pudre.
Siempre duerme temprano, para así a la madrugada levantarse y vivir un poco su calma. Dos y treinta el reloj marca, Damián saca de su escondite una caja de costura. La abre y la expone para si mismo, se llena de extasis con su olor. Uno a uno todos sus útiles son puestos frente a el.
Duerme siempre al piso, no puede dormir si no es en el suelo junto a una cobija ya percudida por los años; pegado a la pared siente un poco de humedad en su palma. Aún a oscuras, aún en otro día, el disfruta de todo su tiempo tranquilo.
Siempre desapercibido por la calle y en todo lugar, realmente a Damián ya no le interesa la gente, para él, ahora todos eran escoria utilizable con diferentes propósitos.
Lleva el humo una vez más a su boca, y en sus pulmones retiene el humo aguantándose las ganas de toser; recoge su navaja y continúa su trabajo en el brazo.
Tres flores con ojos en sus pétalos sobresalen por el momento, esto es lo único que se ha logrado impregnar en su cuerpo a navaja caliente y su poca convencional imaginación, pero no se apresura por su arte, ella simplemente llega a él mientras fuma.
Amanece y los primeros rayos del sol llegan a su pálido rostro. Con el calor que recibe, le llega un poco de vida, y, a su cuerpo casi hipotérmico, el calor que necesita.
El rostro de un gato ahora también lo acompaña.
Tres flores y un gato miran fijamente a Damián, mientras él, guarda su mente en una caja de costura.