Estréllame en el techo rojo, solo amanece si alguien ha
muerto. Intrígame con tus dagas de cuchillas oxidadas a las que llamas miradas,
y solo viéndome sentencia que anochezca. Pasa tus manos sutil, tal cual tu, por
mis brazos y amárralos. Déjame como un animal antes de morir, atado y a merced
del quien pretende tener el control. No me quites ni una cuerda, no trates de
parar si ya has empezado a cercenarme toda mi espalda. Muerde mi cuello hasta
que hayas quitado toda su piel, procura llegar a las venas para que no te
quedes con sed.
Es un canto en llamas negras de tu ser. No se apagan ni lo
harán hasta que acabes por completo conmigo. Es la música de murciélagos, eres
la música de los placeres. Sígueme embobando con cada mordida no me dejes
sentir dolor, no me dejes si quiera hablar, que esperas para arrancarme la
lengua? Clávame tus manos a mis costados, juega con mi corazón que bombea
derroche de tus proezas, bésame y déjame empezar a morderte ahora a mi gusto.
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