Son los tiempos en que la muerte, es la protagonista.
Despojos, desapegos, depuraciones, combinaciones,
complementos, simultaneidad, coordinación, exactitud, intuición, describir,
encriptados, momentos.
Con la sutileza del viento, aprende a morir. Con la sutileza
del fuego aprende a vivir. No hay nada, ni nada pasa, al mismo tiempo que todo
explota se da nueve vueltas en su eje y vuelve a no pasar nada, si es que eso
quieres.
De lágrimas intensas, profundas. De comprensiones hermosas. De
sentimientos de renacimiento. Amaru despide parte de si a la corriente.
En barca de siete troncos, Amaru despliega sus alas y las
moja en el río Yachana-ñan. Las sumerge y al sentirlas todas ya en el fondo,
las alza, y como si fuese un saludo al sol estas brillan y se empiezan a secar.
Amaru no es cualquier ser. Amaru tiene en sus brazos alas,
su cara es humana, sus ojos pertenecen a los tratos del águila, el jaguar y la
serpiente. Su piel es un poco oscura por el sol, pero aquí, todos tienen ese
color de piel, por el favor con el gran fuego. También porta en su cabeza una
larga trenza, en la cual guarda sus alas de Cóndor para cuando necesita ir de
visita donde están los grandes guardianes.
Tabaco en mano y el fuego en los dedos con solo frotarlos.
Amaru seria el ser, que ha llegado a ser, nada más que el ser mismo. En su
barca de siete troncos, Amaru despliega sus alas, sosteniendo el tabaco
prendido en su boca, inundando su ambiente con el humo, tal cual una neblina
enorme este deseo lo empieza a cubrir por completo. Los ojos de serpiente,
irradian una luz verde.
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