En dos segundos las puertas se abrieron al paladar de lo incomprensible, tantas
puertas que no son más que ojos que miran y atraen todo lo que pueden ver.
Tantas puertas, tantas líneas.
Envuelto al viaje
de la góndola el viento empieza a transcurrir para mecer como hojas la vela que
se encuentra medio extendida. El agua celeste y el cielo negro navegan con una
vista diferente en cada tramo, a cada instante.